Tres años después de casarse, la relación de Karen y su esposo empeoró cada vez más porque su esposo siempre estaba ocupado con el trabajo y enfrentaba mucha presión por parte de sus superiores. Además de hacer las tareas del hogar, Karen también va al gimnasio para ayudar a mejorar su figura. Cuanto más practicaba, más enérgica se volvía y más aumentaba su deseo sexual. Su marido siempre usaba la excusa de estar cansado, por lo que hacía mucho tiempo que no tenían relaciones sexuales. El entrenador también pareció darse cuenta, tocaba continuamente sus zonas sensibles, la besaba y quería llegar más lejos. Ella se negó, pero su deseo sexual era tan grande que no pudo controlarse y quedó sumergida en el placer que le traía el entrenador, algo que su marido no podía darle. Luego de que su empleo se estabilizó, su esposo le prestó más atención, le regaló las flores que más le gustaban y le agradeció por estar siempre a su lado en los días más difíciles. Pero todo era demasiado tarde, el sentimiento de felicidad que le traía el entrenador la hacía incapaz de olvidar. Unos días después, cuando su marido regresó a casa, la casa estaba desierta. La llamó pero ella no contestó. Sentada y esperando a que ella regresara, sin que él lo supiera, la esposa que siempre amó yacía felizmente en los brazos de otro hombre...